La La Land no es para tanto

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Hace unas quince horas tuve la oportunidad de ver el filme que se está robando toda la atención en esta temporada de premios que apenas comienza. «La La Land», o como se llama en nuestro país, «La La Land: Una Historia de Amor». ¿Por qué? Porque somos México y nos encanta cagarnos en los nombres de las películas. Si arruinar los títulos fuera un deporte olímpico, sin duda alguna pelearíamos por la cima del podio cada cuatro años. Serían auténticos encontronazos por la medalla de oro en contra de los españoles.

La La Land nos narra la historia de una pareja de jóvenes bien parecidos que sueñan con ganar un lugar en el mundo del espectáculo. Él como músico de jazz, ella como actriz de cine, teatro y televisión. Por si no lo sabías, esta película es del género musical, mismo que no es del gusto de un nutrido grupo en el cual parcialmente me incluyo.

El primer acierto que quiero resaltar de La La Land corre a cargo de sus protagonistas, dos estandartes de esta camada de actores millenials que así como buscan papeles en películas ñoñas de moda, también participan en proyectos serios que ponen en manifiesto su capacidad actoral y que además suelen manifestarse con una mentalidad liberal en temas sociales y políticos de amplia relevancia a nivel global.

Creo que esa podría ser una categoría interesante en aquel juego de borracheras que nunca supe bien como se llama. Hago un ejemplo con palabras que suenan de manera similar:

«Canicas chupas (clap clap) presenta (clap clap) nombres de (clap clap) actores millenials que así como buscan papeles en películas ñoñas de moda, también participan en proyectos serios que ponen en manifiesto su capacidad actoral y que además suelen manifestarse con una mentalidad liberal en temas sociales y políticos de amplia relevancia a nivel global (clap clap) por ejemplo (clap clap) Ryan Gosling (clap clap) Emma Stone (clap clap) Bradley Cooper (clap clap) Emma Watson (clap clap) Chris Evans (clap clap) Jennifer Lawrence (clap clap) Milles Teller (clap clap)…» Y así continuar por los siglos de los siglos.

La próxima vez que juegue la voy a soltar, aviso de una vez.

¿En qué estaba? ¡Ah si! Los protagonistas. El trabajo presentado por Ryan Gosling y Emma «La Pura Sabrosura» Stone es digno de llevarse las palmas. Funciona en lo personal, en donde ambos actores adoptan rápidamente su papel y con el carisma que les caracteriza se echan al público a la bolsa en un instante. Y en lo colectivo, la química mostrada por la pareja es sobresaliente, sin duda alguna lo que cualquier película romántica sueña con alcanzar.

A pesar de no ser fan del género, debo de reconocer que la mayoría de las secuencias musicales son impresionantes. Coreografías estupendas en donde también la cámara realiza recorridos de alto grado de dificultad. Más de una vez me detuve a pensar cosas como ¿Cómo chingados le hacen?, ¿Cuántas veces la habrán cagado aquí sin alrenativa más que empezar todo de nuevo? o ¿Por qué Emma Stone no está casada conmigo?

Pasando a lo que no me encantó, la historia que nos cuentan quizá si es entretenida, con algunos cambios que la hacen mucho menos predecible de lo que podrías imaginar en un principio y lo que quieran, pero no deja de ser un poco demasiado cursi. No le va a encantar a todo el público, pues.

En el aspecto musical me atrevería a decir que está atiborrada de canciones de evidente gran calidad, pero que no caen dentro de mi gusto, un gusto que se ha caracterizado por ser malo. Mal gusto. Nunca en la vida pondría el soundtrack para escucharlo en el trabajo o en el tráfico.

El ritmo es otro de los problemas. Y no hablo del ritmo musical (duh), si no del ritmo con el que va avanzando la historia. En algunos momentos es muuuuuy pinche lenta, demasiado para que una persona con déficit de atención no saque el celular de su bolsillo, abra sus grupos y descubra nuevas e inesperadas maneras de apreciar al negro de Whatsapp.

En conclusión, La La Land es una película interesante, bien hecha, que sin duda alguna enamorará a los amantes del género. Si no formas parte de ese grupo, te recomiendo verla con precaución, ya que la probabilidad de que sientas que tiraste dos horas a la basura es alta.

No me parece una película digna de tanto premio y nominación. No sé si esto se deba al déficit (ya use esta palabra dos veces en esta entrada, tacha para mi) creativo que padece Hollywood en los últimos años, o bien, a esa obsesión enfermiza de la Academia por premiar películas que traten del Show Business.

¿Soy el único que cuando escucha «La Academia» piensa en Victor, Yahir, Miriam y todos ellos? Perdón, no dejen de leer, ya se va a acabar esta entrada se los prometo.

La Calificación que le damos en este humilde blog es de… ¡Tres pavos! Para conocer lo que esto significa visita los últimos párrafos de mi entrada anterior.

Insisto. Le están haciendo mucho más pedo del que merece…

 

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